Por Ariadna Jiménez, Claudia Zacarías y Verónica Arteaga.

 

Ya había oscurecido y aparecido la luna, llegamos a las 9:00 de la noche aproximadamente a la UAM-X, cuando normalmente entramos a clases a las 8:15 de la mañana.

Era la primera vez que íbamos a pasar la noche en la universidad, era la primera vez que nos quedaríamos a cubrir un paro. La sensación era de nervios y ansias por saber qué sucedería durante este tipo de hechos. Teníamos muchas ideas pero a la vez ninguna de las tres sabía qué esperar.

Al llegar a la entrada, una compañera verificó nuestras credenciales de estudiante para poder  dejarnos pasar. Justo en la entrada estaban unos 6 compañeros más. Había tanto  estudiantes de licenciatura como de maestría.

Sobre el piso había mochilas, maletas, cobijas, colchonetas extendidas, bolsas con más cobijas adentro, botellas de agua y algunos periódicos… Todo se veía tranquilo entre tantas bolsas y cobijas. Unas compañeras de maestría estaban acostadas sobre las colchonetas, leyendo sus libros; otros compañeros se la pasaban platicando entre ellos, otros más, se encontraban pendientes de la reja… Nosotras no sabíamos qué hacer, realmente parecíamos nuevas en esto.

En cuanto llegamos buscamos un espacio para dejar nuestras mochilas e instalarnos. El tiempo pasó rápido entre lo que nos poníamos al tanto de la situación y nos adaptábamos al momento. Cuando vimos la hora, el reloj ya marcaba las 10:30 pm. Aprovechando que aún no era tan noche, decidimos visitar la escuela para saber qué más estaba pasando.

Sin duda alguna nuestra Universidad causa asombro tanto de día como de noche. Con o sin gente, la unidad emana esa sensación de estar en casa. Todos los pasillos estaban alumbrados y completamente solitarios. Sólo algunos salones y baños se encontraban abiertos, los demás edificios estaban cerrados.

En la entrada de Bombas había unos 12 compañeros platicando. Haciendo barricada al igual que nosotros en la entrada de Hueso. Durante la noche nuestra principal labor es cuidar las instalaciones de la Universidad e impedirle el paso a cualquier persona ajena a la comunidad estudiantil.

Mientras, en el jardín Zapata había más compañeros disipados. Unos estaban sentados en el pasto, otros platicaban en el centro, y algunos más estaban pintando un mural en una de las paredes del edificio central. Apenas estaban empezando, llevaban unos trazos que dejaban identificar a un árbol con raíces que lleva dentro un libro abierto y a unas personas.

Durante la noche se pueden observar a estudiantes caminando de barricada a barricada investigando que tal van las cosas, y a otros tantos observando cómo va el mural del jardín Zapata, aportan ideas y discuten sobre los colores que se van a utilizar.

Así transcurre la velada, entre vigilia, risas, pláticas, se crean lazos entre los nuevos y los que ya se conocen, se muestran solidarios y se tratan con respeto y amabilidad. A los nuevos se les aconseja cómo pasar la noche, a participar en las actividades o a recorrer la universidad en su estado más pacífico.

Ya más entrada la noche se decidió encender una fogata para ahuyentar a los mosquitos. Dos de los compañeros, llevaron unos palos grandes de madera y unos ladrillos para poder hacer la fogata.

En nuestra barricada – la de Calzada de Hueso- éramos alrededor de 15 personas, y se crearon 4 grupos para cubrir durante la madrugada la entrada. Los grupos se turnarían cada 2 horas para que todos pudiésemos descansar. Un chico estaba feliz con la idea de poder dormir más; mientras platicábamos comentó que la noche anterior sólo habían llegado 6 personas para hacer guardia.

El ambiente entre todos era tan ameno que parecía que todos ya se conocían, por un momento olvidamos que la Universidad estaba en paro y que nosotros debíamos hacer guardia. La noche fue corta y a pesar de tener nuestros turnos para descansar, algunos siguieron platicando hasta el amanecer. Hablaron acerca de sus vivencias en paros pasados, de sus estudios dentro de la UAM, de sus puntos de vista del movimiento, de sus prácticas de campo, de alguna experiencia en su vida personal y sobre los compañeros que no muestran ningún tipo de interés acerca del paro y cómo se podría cambiar eso.

Pasar una noche allí no es fácil. Las barricadas están llenas de cobertores, colchas y sleeping bags, pero no siempre es suficiente. Conforme pasa la noche el frío siempre termina ganando, sin olvidar las decenas de moscos y el ruido del pasar de los tráileres que circulan en las avenidas durante las madrugadas que no ayuda a conciliar el sueño.

Hay muy poca participación de parte de la comunidad estudiantil, durante nuestra experiencia en el paro hubo alrededor de 30 a 40 personas en toda la unidad, y muchas veces son estas mismas personas las que movilizan las actividades durante el día.

Hay quienes piensan que durante los paros,los que se quedan a hacer guardia hacen fiesta o sólo aprovechan para hacer pintas en la Universidad. Cuando no se está informado acerca de los paros estudiantiles nos hacemos muchas ideas acerca de lo que ocurre dentro de las instalaciones con nuestros compañeros, y muchos de los compañeros expresan su descontento en las redes sociales pero no hacen nada por ayudar a mejorar la situación.

Esperamos que a través de nuestra experiencia cambien su perspectiva respecto a los compañeros de los paros -que en su mayoría son de maestrías e incluso algunos alumnos extranjeros-, y que se unan a las actividades de la comunidad universitaria ya sea participando en ellas o dando su opinión, y que muchos más nos involucremos a lo que está pasando en el momento y no esperar a estar en el último año de la licenciatura o en la maestría.